Como cosas ricas. Me quedo en casa. No salgo porque me siento gorda. La ropa me queda apretada. Tengo que bajar de peso. Hacer dieta. Pero el lunes. Hoy voy a quedarme en casa así no gasto. Y me veo la novela.
Me pido una pizza de la otra cuadra, que viene con anchoas, y me compro helado. Un cuartito que me sale lo mismo que un cucurucho. Y tiene más cantidad.
Me llamaron mis amigas. Pero la verdad es que no tengo ganas de salir. No quiero molestar. Me quedo y lo paso genial.
¿Quién no se siente identificada con este personaje?
Quién no se ha sentido alguna vez hinchada y molesta con el propio cuerpo, y al mismo tiempo con unas ganas locas de comer cosas ricas?
La soledad apoya la impunidad y la novela cierra este ámbito de ensueño y de irrealidad propio de cierta actitud depresiva.
Uno se rinde ante lo que siente que lo supera y recurre al placer como paliativo ante el dolor de ya no ser.
La vida real, con sus confrontaciones constantes, en las cuales uno siempre pierde un poco de lo que fue, pero gana un poco de lo que puede llegar a ser si se anima, es un desafío constante. Y a veces los desafíos nos agotan.
Pero la falta de contacto social, el acostumbrarnos a encontrar placer en la soledad y consuelo con la comida son caminos que cada vez nos alejan más de la posibilidad de superar la modificación de nuestro estado: depresivo, BAJÓN.
Para levantarse de un bajón hay que moverse y generar endorfinas, bailar, escuchar música, confrontar ideas con amigas y pelear un poco con alguna enemiga inteligente que nos haga entrenar las uñas.
Todo esto de pronto una lo olvida ante la imagen en el espejo. Ese hombre que nos dejó plantadas en una cita. Y el pantalón que no cierra ni a palos.
Mujeres del mundo, a afrontar. Divertirnos es la manera. Reírnos del paso del tiempo pero sin darle tregua.
Nos esperan millones de hombres solos que no quieren estarlo.
Hay mucha charla para disfrutar, muchos juegos para jugar. Partidos por perder y ganar.
A sacarle el polvo a las ganas y empezar ya la dieta.