Una característica común a todos los trastornos de alimentación reside en otro ámbito: la imagen corporal. En todos ellos hay una distorsión de la imagen corporal.
Esta imagen que es tan vulnerable a los vaivenes de la autoestima. Son trastornos en los que la mirada sobre el propio cuerpo está, al menos, suspendida en el tiempo.
No está actualizada.
La imagen corporal unida al esquema corporal, éste último muy vinculado a lo inconsciente y por tanto mucho más resistente a los cambios, son parámetros que trabajan en una suerte de entropía con la conducta alimentaria. Debieran ser una información relevante a la orden de corregir la conducta alimentaria.
Pero al estar la imagen del propio cuerpo distorsionada, y eso es un hecho en todos los trastornos de alimentación en mayor o menor medida, ya no funcionan en equipo y por tanto se rompe el fiel que debiera llamar a la consciencia a la reflexión y a la conducta a actuar en consecuencia.
El «SET POINT», en relación a nuestro peso corporal, es el valor en kilos que es conservado como memoria con respecto al propio peso. Es un límite hemostático. Cuando dicho límite se pasa de manera duradera ese set point cambia. Termina por ubicarse por arriba o por debajo del original.
Roto así el sistema que regula el equilibrio del peso corporal de acuerdo a la imagen corporal adecuada es que ésta ya no es una información confiable para la persona.
Los gordos no se ven gordos, no hasta que empiezan a bajar de peso. Allí, luego de los primeros kilos bajados, hay un reconocimiento de que están con muchos kilos de más. Hasta ese momento, variable para cada persona, no había conciencia de este exceso, ya que en general se había dejado de usar el cuerpo para moverse y la mirada había empezado a traicionar.
Es que mirarse no es lo mismo que pesarse. La mirada es tendenciosa.
El que se mira se mira con todo un marco referencial que puede ser adverso, condenatorio. Y esto juega en contra.
Ya sea porque no reconoce la realidad o porque reniego de ella, o bien porque la distorsiona de manera tal que llega a alterarla, la mirada nos puede jugar una mala pasada.
La mirada amorosa del enamorado no es fiable. Lo sabemos. El amor tiñe y hace que el objeto de amor se vea bajo la mirada amorosa de manera poco fiable.
Por el contrario, la mirada de un depresivo puede mostrarle a su dueño una imagen cruel sobre sí mismo.
Una mirada amorosa es necesaria para empezar a aceptar lo que se ve y cambiar las conductas necesarias para que lo que se ve sea lo que hay que ver.
La mirada es un acto fundante. Pero también puede ser el acto de alguien que fundió biela. Alguien fundido en su mundo interno y en la desesperanza.
Mírate con amor, y empezarás a amarte, sin negarte.
Cómo parece que uno ve en relación al deseo de lo que se quiere ver, y por ende, en relación a lo que se teme ver, habrá que trabajar sobre el deseo de verse bien.